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La vida, fuente de alegría

De algunos de mis artículos podría extraerse la conclusión de que "la vida es un asco".

Aunque sigo pensando que podríamos utilizar nuestro esfuerzo para mejorar el entorno, para hacerlo más justo y más feliz, creo que, de vez en cuando, debiéramos empeñarnos por abandonar las antiguas obsesiones y mirar la otra cara de nuestra realidad.

Hora es de escribir loas a la vida. Porque existe una cara bella de la realidad y debemos luchar por ella. En esta época del año la naturaleza comienza a despertar y, con el repunte de las flores y el crecimiento de las hojas de los árboles, la alegría de los campos se transmite al cielo, que se engalana de luz. Hasta el mar comienza a mudar el gris verdoso del invierno, para convertirse en espejo de la bóveda celeste.

Ha llegado el tiempo de la alegría. La felicidad se puede alcanzar con poco esfuerzo cuando se atiene la exigencia a la necesaria prudencia.

A veces, el éxito no colma nuestras aspiraciones. Al cumplir nuestros deseos sentimos la sensación de que algo hemos perdido por el camino. De que la meta no justificaba los esfuerzos realizados.

La sonrisa de un amigo al que hacía tiempo no veíamos, la anécdota, curiosa y sin transcendencia, relatada al calor de una conversación distendida, hacen que sintamos que la paz que nos invade se parece bastante a la felicidad, porque la felicidad se esconde en satisfacernos con lo que tenemos y gozar de la compañía de nuestros amigos  que nos alejan de la soledad.

Dickens, con su maestría narrativa, identifica soledad con pobreza e invierno. Disfrutemos del nuevo sol de primavera y abandonemos los tristes auspicios del maestro inglés. Dejemos la vengativa ira para otros tiempos y unámonos en la construcción de un futuro más humano. Entre el resplandor helado de la espada y la sonrisa del niño acerquémonos al pequeño y sintamos el amor de su compañía.

En alguna ocasión he comentado que prefiero la sucinta moderación de los templos románicos que la desbordante hermosura de los góticos. La sobriedad ayuda a meditar, a hablar con uno mismo, a considerar lo felices que debiéramos sentirnos por ser capaces de admirar la equilibrada belleza que nos rodea.

Pío VII

La historia del Papa Pío VII puede ser tan triste como queramos hacerla o tan feliz y positiva como deseemos. Voy a ensayar lo segundo.

Bernabé Luis Chiaramonti, el último hijo de los condes Chiaramonti, nació el 14 de Agosto de 1742 en los Estados Pontificios. Hombre de amplios conocimientos vivió la época de la Ilustración en toda su intensidad. Muy temprano, el benedictino Bernabé tomó conciencia de la renovación que precisaba su orden. Admirador de la primitiva vida monástica, era partidario de compatibilizar el regreso a ésta con un plan formativo más moderno. Los monjes necesitaban entrar en contacto con los  transcendentales problemas de su tiempo. Desgraciadamente sus compañeros no le comprendieron.

Catedrático de teología en el convento de San Calixto, tras ser nombrado abad por un breve papal, pasó a la abadía de San Pablo Extramuros donde siguió dando clases a la vez que se ocupaba de la biblioteca[i].

Pariente lejano del Papa Pío VI, Chiaramonti sufrió las críticas de algunos de sus compañeros, los monjes. Fue juzgado. Acusado de criticar a los prelados se presentó en la sala y aceptó las imputaciones solicitando se suavizaran los castigos que se imponían a los monjes. Cuando alguien le pregunto si era consciente del rango y posición de sus acusadores, él, respondió, que: " ya que su pensamiento se encaminaba hacia adelante no se había preocupado de mirar hacia atrás."

El Papa le promocionó al grado de obispo de Tívoli, lo que incrementó las críticas de quienes le querían mal. Gastó su fortuna personal en obras de caridad.

Conocidas son las modificaciones que la Revolución Francesa introdujo en la vida de la Iglesia francesa. La crisis parecía llegar a los confines del mundo. Revolucionarios y Contrarrevolucionarios se enfrentaron en los campos de Europa. Los soldados de Nápoles invadieron los Estados Pontificios y los anexionaron a su reino.

Al morir Pío VI, en 1799, varias fueron las voces que anunciaron el fin del Papado. Para ellos, Pío VI, era el último Papa[ii]. Consecuencia de la situación la elección resultó tormentosa. Como Roma estaba tomada, se realizó en Venecia. Tras varios meses de infructuosas disputas y contra la voluntad del seleccionado, Chiaramonti salió elegido por unanimidad.

Tuvo que enfrentarse a Napoleón que le secuestró y a una Europa dividida. Cambió el papel de la Iglesia, asistió al bautizo del hijo del Emperador y firmó el primer Concordato entre la Iglesia y Francia. El Papa más pobre de la Historia se convirtió en una de las personas más influyentes, en lo espiritual, del mundo.

Construir el futuro con amor y basado en expectativas positivas harán que los tiempos por venir sean mejores que los actuales.

 


[i]       Los abades, que eran nombrados directamente por el Papa, no ejercían el gobierno de las abadías sino que debían obedecer a los abades elegidos por los monjes. Por contra, los abades papales gozaban de ciertos privilegios.

[ii]      De él se escribió: "Pío VI y último".